No obstante los avances en la caracterización de las universidades logrados en la década de los 80 y 90 urge un nuevo reto para la universidad dominicana contemporánea. En ese sentido, mediante el Decreto No. 1406 de fecha 13 de septiembre de 1983 –y su modificación a través del Decreto Número 2129 del 17 de julio de 1984- se crea en República Dominicana el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) “Con la finalidad de fortalecer la capacidad científica y tecnológica, pública y privada del país, a través de la organización y funcionamiento del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo”. A través de esta acción, se intenta articular por primera vez la ciencia y la tecnología con los distintos sectores de la sociedad dominicana, incluida la universidad.
Con esta Ley que rige en República Dominicana se busca perfeccionar el proceso de reformas que el sistema de Educación Superior, había empezado sucesivamente desde la etapa post trujillista. La misma, plantea varias reformas que se irán concretando a través del tiempo. Lo que manifiesta la unificación de la ciencia y la tecnología con la educación universitaria, esto es, se hace explícita la finalidad de la universidad como creadora y difusora de la ciencia y la tecnología en el país.
La universidad tiene como finalidad básica la promoción de la docencia, la investigación y la extensión social, pues “siendo la universidad el centro de investigación por excelencia, hay que asumir que la ciencia y la tecnología deben compartir el mismo sistema. El ánimo, por tanto, de este amplio instrumento legal –107 artículos- que cubre muchos aspectos del sistema universitario dominicano es colocar a la universidad a la vanguardia, lo que implica, nuevas visiones educativas y, por ello, renovados retos nacionales.
Este esfuerzo legal, aunque no se haya hecho todavía una evaluación sistemática del impacto con los nuevos criterios que establece esta Ley, responde, entre otrosfactores, al profundo desequilibrio entre la docencia, investigación y la extensión que la educación superior dominicana arrastra desde décadas atrás y que se expresa abiertamente en el retraso del currículo; como lo señalan Rubén Silié, César Cuello y Manuel Mejía, “No existe –en la educación superior dominicana- realmente investigación ligada a la docencia y viceversa, así como tampoco con la extensión. No hay investigaciones en donde entren los estudiantes a participar, como tarea obligatoria, de sus asignaturas, trabajos prácticos, tesis, tesinas, trabajos de graduación y otros. No existen los profesores investigadores que retroalimenten su docencia con investigaciones propias o de un colectivo de investigadores en sus respectivas áreas de especialidad”.
Visto lo anterior, puede afirmarse que la educación superior y, por ende, la universidad dominicana sigue asumiendo como quehacer distintivo la docencia; más no la investigación que repercute en la extensión, es decir, en su misión de hacer generalizable y aplicable el conocimiento. Como es de esperarse, la finalidad que persiga la universidad dominicana se verá comprometida, de forma pasiva o activa, por convicción o por coacción, con nitidez o confusión, con aspiraciones que la acerquen al desarrollo de la ciencia y la tecnología. Como destaca Príamo Rodríguez: “le toca a la universidad afirmar por sobre todo un “ethos” eminentemente académico y humanista, ser una guardiana celosa de la ciencia, del arte y la cultura patrimonio intangible en el que nos reconoceremos como seres creadores dotados de razón y sentimientos”.
Tomado de escueladegraduadosdeutesa.blogspot.com