Muchas de las respuestas que en la actualidad se buscan para acotar y hacer realista el concepto de calidad educativa en el nivel universitario pasan por profundizar el debate y replantearse las finalidades que persigue la universidad tanto en el nivel local – nacional como en el mundial. El nexo entre calidad y finalidad es indiscutible a la hora de hacer un examen sobre cómo debe ser la universidad o qué se espera que sea.
Examinar la finalidad de la Universidad Dominicana, es de por si un tema especialmente complejo, y más si se analiza históricamente, pues no requiere hablar de métodos didácticos, currículos, evaluación o materiales de enseñanza. Enfocar la finalidad hace referencia a la idea siguiente: hablar de educación es ante todo hablar del modelo de hombre que se desea formar. Esto supone entrar al terreno de la utopía del hombre y su sociedad, ese conjunto de visiones donde se cimentan, se fundan y a los que se dirigen los procesos a los que llamamos educación. Conocer la finalidad educativa de la universidad se justifica para poder saber cómo ha ido evolucionando, cómo está y cómo puede ser el propio concepto de universidad y la acción universitaria.
Durante la dictadura trujillista se ha podido comprobar –una vez más, en la teoría educativa- la profunda vinculación que existe entre los deseos de perpetuación de los regímenes políticos y las finalidades educativas para ello. Nada era ajeno a la dictadura, menos la universidad que fue una hebra del poder establecido y del que él mismo se sirvió incluso a nivel personal, en múltiples ocasiones. La extinción de la dictadura abrió un camino tortuoso a la comunidad universitaria que agitó el debate sobre los diversos aspectos que la nueva sociedad dominicana necesitaba dilucidar, encontrando en la universidad personas, liderazgos y alternativas de cambio que afectarían también la propia concepción de universidad.
El gesto más significativo de la etapa universitaria post trujillista relacionado con el debate sobre la naturaleza y finalidad universitaria lo encontramos en el Movimiento Renovador Universitario (MRU), que fue la expresión más nítida de redefinición universitaria. Este movimiento buscó superar el concepto de universidad arcaica, y pretendió otorgar a la universidad una finalidad más sustanciosa acorde con su naturaleza y condición universal como espacio de búsqueda de la verdad, del porvenir de la sociedad y del afianzamiento de los valores del hombre.
Aunque ninguna universidad ha dejado de plantearse el tema de la finalidad –y con ello el de identidad- de la universidad así sean de tipo castrense, tecno científica, humanista o religiosa, se percibe una diversidad de concepciones y valores educativos muchas veces superpuestos o mezclados en cada institución.
El reto actual en materia de finalidad educativa en la universidad dominicana pasa por encontrar conceptos unívocos de lo que tiene que ser la Universidad para el individuo, el país, la sociedad y la cultura universal. Sólo bajo este tipo de precisiones de carácter teleológico, de finalidad, es que es posible hablar de calidad educativa y ese es nuestro reto: empezar a debatir el sentido de la universidad y construir la calidad –y sus indicadores y mediciones- a partir de modelos de país que tomen la realidad, sus utopías y evalúen también los nuevos estándares de la calidad de educación superior a nivel mundial. Nada se logra con la creación de finalidades y escalas de calidad domésticas. El MRU es un gran antecedente histórico dominicano que recogió este universal espíritu y que es preciso redescubrir en tiempos de crisis global. Por ello, El reto de la finalidad universitaria debe ser el reto de la calidad educativa.
Tomado de escueladegraduadosdeutesa.blogspot.com